💌 Carta 5: Todos los caminos remiten a mamá.
Cuando el andar se pone pedregoso, sólo queda ir hacia el origen.
Domingo 30 de Junio
Mendoza, Argentina
“Cuando no sepas hacia donde ir, ve hacia dentro”.
Hola. ¿Cómo estás?
Yo con ganas de despedir el mes de Junio (que por fin se va; perdón Junio pero me la has hecho difícil) y pasar al sillón para hablarte de algo delicado: la pertenencia.
Más que a un lugar en concreto, me refiero a la sensación de estar en casa. Y con casa me refiero al cuerpo/casa, a la casa/casa y al hogar/casa.
A veces, siento que estoy muy triste para escribir; después me acuerdo que igual puedo y me vuelvo a sorprender del poder de la escritura.
Siento que nuestra casa es una metáfora de nosotros mismos: lo que hacemos con lo que nos es dado. Y me hago esta pregunta: ¿Vivimos a nuestra máxima potencia?, siendo nuestra mejor versión como se dice ahora, ¿o estamos a medias?
Ayer miré mi casa y fue como verla por primera vez.
Noté que los muebles no combinaban entre sí, algo que antes no me había percatado, ahora me hacía ruido: mi living de repente parecía un rejunte de cosas puestas al azar en un espacio x.
Una casa no es lo mismo que un hogar.
Sentí que la estructura de mi casa está con la vara altísima, pero por dentro podría hacer mucho más. Algo mejor. Estar mejor.
Así que dije: manos a la obra.
Decidí irme al pasado.
¿Te acordás que en 💌 la carta 4 te conté que en lo pequeño reside lo grande?.
Bueno estoy aprendiendo que en las cosas cotidianas se cuelan los procesos que estamos atravesando.
Tomé la decisión de despedir mi mesa, una mesa que nunca fue para mí. Y yo nunca fui para ella. Cuando me la trajeron por primera vez (yo vivía con una amiga) era muy grande para el living, así que le corté algunos centímetros en los bordes. Luego, cuando me mudé sola, pues quedó chica, (para colmo apenas la entré en la casa nueva, se chocó contra el umbral y se le salió la base). Ahora, en mi depa actual, la siento baja para trabajar. Así que mi mesa es como esa relación que nunca termina de funcionar, que no encaja. Y que tengo que dejar ir. Me vi pintándola de blanco, como si quisiera borrarle el pasado, lo vivido, lo ajetreado.
Le pedí a mi mamá que me ayudara. Que la pintáramos juntas. La mesa pasó de negro a blanco en cuestión de segundos, así como el cisne de la historia.
Necesito empezar de nuevo. Con una mesa nueva desde cero. Quiero construir nuevos recuerdos con nuevos muebles.
Ahí me percaté de la cantidad de energía asociativa que se junta en los objetos que cargamos.
El presente modifica el pasado, algo que aprendí de leer “1984” de Orson Wells.
Dicen que eso que no se tuvo en la infancia ahora es una carencia propia del adulto; es decir, que pasa a ser un ítem más en la lista de cosas a hacernos cargo.
Mi infancia fue un bosque solitario.
Más como una frecuencia que algo tangible.
Como si yo estuviera acá y el resto del mundo allá. Silencio, espacios vacíos. Ausencia. Nada.
¿Dónde estaban las personas?
Dicen que, psicológicamente, el hijo que sufrió violencia física tiene más registro de presencia parental que el que fue ignorado. Imagináte. Y medio que así venimos todos de generaciones en generaciones.
Somos víctimas de víctimas, dicen los consteladores familiares. Tan sólo pensar en la infancia de mis padres se me pone la piel de gallina. Es lo que sí me dieron lo que me ha forjado como persona, y lo que no pudieron también.
La sed de ser vista que me he cargado.
Mi pasado fue violento en silencio. Un silencio sutil que me iba minando suavemente, como un ave encerrada para siempre.
Aún no puedo creer que logré escapar de las prisiones de mi vida (profesión, casas, personas, relaciones). Aún no sé como hice. A los traspiés me abrí camino. Pendí de un hilo por años. Mi alma por poco me deja, todo fue extremo. Todo. El odio, el amor, las ganas de pertenecer. Ferocidad. Y así me fui forjando, entre los lobos. No te cuento cuando entré al mundo de los abogados (material para otra carta seguro). La locura y el engaño eran daily news, repito aún no se cómo sobreviví a esos días.
Pero lo hice.
Y ahora me doy cuenta que todo lo bonito que tengo para compartir con el mundo es porque me lo dieron primero en mi casa: el amor por el arte, por el cine, oh por dios por la música, por los viajes y sobre todo lo más importante: por ser valiente en la vida. Muy.
Me veo ahora en mi día a día donde mi única preocupación real es elegir una letra u otra, o ver qué tono de azul elegir en el logo de mi propia marca y me dan ganas de llorar; el contraste es muy fuerte. Es como en “El Náufrago” de Tom Hanks cuando enciende el fuego por primera vez con un encendedor luego de cuatro años en la isla.
He estado tan rota que respirar el aire nuevo de la sabiduría me desconcierta; es dubitativo. Sospechoso. Y maravilloso.
Miro a mi mamá y no es la misma, yo no soy la misma. Mi hermano tampoco. Ni hablar de mi padre. La locura ahora es cordura; y por veces yo no entiendo nada.
Crecí no entendiendo nunca nada, ni en mi casa, ni en la escuela, ni en la sociedad. Crecí tratando de encontrarle sentido a las cosas, porque viví en el más absoluto caos interno. Mental, emocional, sutil. Ese que te hace sentir que todo está bien y mal al mismo tiempo. Que una bomba va a explotar en cualquier momento.
La soledad, ahora entiendo, fue un refugio que me ayudó a sobrevivir en mi propia pisquis. Sólo que hubieron daños colaterales: sentir que no pertenezco a nada, como si fuera una figurita que alguien recortó de un álbum y pegó otro y aún se le notan los bordes; que se le nota la separación.
Estoy como en un sueño, dormida en la tristeza de algo raro, de otros tiempos. Estoy como pausada, mirando el cielo. Y así quiero estar.
Me siento en blanco y negro.
Después viene la luz.
Las imágenes del pasado sobrevuelan mi cabeza en duerme vela.
Pies mojados, casa inundada, cama de madera, todo a la altura del piso, incluso yo.
El patio lejos. Los árboles susurrantes más allá.
Y qué ganas de hacer el camino de regreso, y ahí comandar mi nave de nuevo. Volver al líquido amniótico y renacer. Quiero cambiar los muebles de mi casa.
Y lo extraño es que detrás mío hay una llama gigante que la transformo en antorcha para caminar la noche. Una fuerza incansable me habita y me dice por dónde ir. Y le estoy eternamente agradecida. Es la que me hace escribirte esta carta.
Las historias que me salvaron la vida son las que después quise escribir.
“La herida es el lugar por donde entra la luz”
-Rumi.
Perdón por lo deep de esta carta, vendrán otras más felices seguro, cargadas de flores.
Pero bueno te hice una promesa (en la 💌 carta 1) de que te abriría mi intimidad creativa y esto es parte de esa promesa. La vida son contrastes, o por lo menos la mía. Y si lo pienso mejor, es esperanzador que el arte siempre sea un aliado, nunca se puede prescindir de transformar cualquier cosa en algo que tenga un valor artístico, y doy fe de eso.
Escribí en mi cuaderno las cosas que me ayudan a seguir escribiendo cuando estoy triste:
Vestirme bonito
Pintar con música
Que mi hogar tenga aroma rico
Estrenar cosas
Ponerme al día con las tareas
Caminar
Disfrutar el día
Así que para los que estamos en momentos de sanación, medio que el proceso no se termina nunca, medio que es una forma de vida en algún punto. Pero eso no significa que no se pueda amar al mismo tiempo, y sentir más todo, como si se tratara de sacarse el traje y caminar un tramo desnudos.
Así se siente esta sanando, las cicatrices al sol se van yendo. Voy avanzando y el bosque clarea.
Algo que quiero decirte (a vos y a toda nuestra generación) es que no necesitás estar sanado para disfrutar de la vida, sino que sucede todo al mismo tiempo: la calma y el caos.
Así que con esto de volver al origen y hacia mamá me siento como quien se va de viaje de buceo. Hay un equipo arriba que me couchea la forma de bajar, tengo la soga, el traje y el oxígeno. Esta vez sé que voy a buscar un par de tesoros y subir, y pase lo que pase, no me voy a creer todo lo que me diga mi mente cuando este en las profundidades del agua submarina. Esta vez voy con otro mindset. De manera que así estoy, buceando y saliendo a respirar la superficie para volver a bajar. Me estoy armando un cofre de tesoros para llenar a mi vuelta.
Me estoy replanteando la maternidad (tranqui la semana), un tema que nunca estuvo en mi agenda de vida. Se ve que con tanta mutación de capas de personalidad, hay cosas que se modifican. Por ahora me encuentro en la etapa de las preguntas: ¿cómo sería yo de madre?, ¿podría cuidar de alguien más que de mí misma?, ¿podría ser la madre que necesité? ¿o hay cosas que repetiría?. Amo las preguntas porque el universo las responde a su tiempo y forma.
De hecho, me gustaría ir a bucear en algún momento de mi vida, ya que me estoy haciendo buceadora emocional profesional, creo que sería muy buena en el mar de verdad. ¿Sabés de algún destino que haga buceo o snorkel? Bueno avísame. En una de esas sale viaje de buceo y escritura, ¿por qué no?.
Confío en la sanación
Confío en la evolución
Confío en la profunda transformación
Confío en la esperanza
Y confío en la confianza
Las veces que he sentido que no puedo más, que voy a caerme. Que voy a morir.
Y una parte de mí se muere.
Y ahí es cuando renazco como el mayor ave fénix que puede existir, renovada. Lista por el amor a la vida. De la muerte se renace. De vivir a medias no.
Veo mis proyectos literarios y todos tienen algo en común: son los espacios que yo hubiese querido tener y cómo no existían, decidí crearlos.
Así que algo le tengo que agradecer a mi herida es que es mi motor.
En tu caso: ¿cómo dirías que es el vínculo con tu mamá en el presente?
¿Podrías dibujarlo?, ¿poetizarlo? ¿parodiarlo? ¿hacerlo meme?. Me interesa (y me hace bien) saber cómo viven otras personas estos procesos tan personales. Contame si lo hacés.
Y porque lo prometido es deuda, acá te dejo:
El DECÁLOGO PARA EL JOVEN ESCRITOR
Seis consejos de escritura (y de vida) que salieron del Club de Escritura Silenciosa. Te los comparto como una quintaesencia brillante y perlada.
Confía en la obra: Si tenés una idea, no dudes. Bájala al papel. Después podés elegir en qué la usas. La obra sabe a dónde ir; pero primero tiene que existir. Así que tu trabajo es solo parirla, hacer que exista; el resto querido escritor, viene solo.
2. Rodeáte de personas afines. Sé parte de grupos donde puedas hablar de tu vida creativa. Contar con personas que entiendan y aprecien lo que hacés vale oro en este oficio. Es incluso más importante que tener buenas ideas. En mi experiencia, la interrupción de los proyectos creativos ocurren más por falta de confianza que por falta de inspiración.
3. Mostrá una parte de lo que hacés. Esta teoría del 80-20 la tome del escritor a A. Kleon en su libro “ Roba como un Artista”. Trabajá un 80% y comparte un 20%, es decir, mostrá tu trastienda; es la mejor forma de usar las redes sociales a favor de tus proyectos. Nunca sabes a quien podés conocer compartiendo tu trabajo.
4. Escribí igual. Aunque sea incómodo, aunque duela, aunque te haga sentir raro/a. Aunque sientas que no tenés nada que contar, o que carezca de propósito o sentido. Todo eso se va cuando seguís escribiendo. La buena noticia es que con el tiempo se va haciendo más fácil.
5. Empezá pequeño. Las grandes obras literarias nunca comenzaron siendo pensadas como tales, sino jugando, curioseando. Empezá por el journaling: escribiendo los tres momentos de tu día, por ejemplo. Luego fijáte qué relato se armó. Entusiasmáte de a poco. Facilitáte sin abrumarte. No te olvides que estás creando.
6. Sé valiente: Por último, tené en cuenta una cosa: crear siempre implica correr un riesgo. Se trata de traer al mundo algo que no existe y eso siempre implica una ruptura con lo establecido. Escribir (y crear en general) es para valientes. Tiene que ver con atreverse a ser alguien más, a ser distinto. A ser muchas personas al mismo tiempo, a mostrar una faceta nueva y desconocida. Es adentrarte en la paradoja de conocerte a vos mismo a través de tu propia obra. Se trata de un viaje sin retorno. Por eso creo que escribir es cosa de valientes.
Así grabamos los audios en off para nuestra campaña de “En Pausa, poesía sensorial”. El detrás de escena nunca es glamoroso, pero sí divertido.
📍Estrenamos sábado 27 de Julio en Buenos Aires.
A esta altura siento que hemos intimado un montón. Si llegaste hasta acá es porque sos alto lector/a y no le tenés miedo a las profundidades querido/a.
Gracias por estar del otro lado.
Abrazo de letras.
“ En el movimiento reside la vida”.
-L.R.G
PD: si está carta fuera una canción sería esta:
Hermosa esta carta Lu! Es como ahogarse un poco y a la vez una brisa fresca de sabiduría y verdad! Un abrazo del alma!
Me encanta que usás el idioma de constelaciones familiares, de Rumi, de la maternidad, del misterio del ser, etc. Algo tan familiar en tus textos. 🌸 Terence McKenna hablaba de la "lenguajebilidad" de las cosas... del nacimiento de las palabras que iluminan las abstracciones... sos experta en esto, Lucía. Que sigan tus cartas! ❤️ PD: vas a ser una madre divina algún dia.